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El proyecto de ciencia ciudadana Vigilantes del Aire encara su recta final con el objetivo de elaborar el mapa español de la contaminación por metales pesados, y todo ello gracias a más de 5.000 participantes que han enviado una muestra de la planta que cuidaron en sus casas durante tres meses en 2020.

Artículo originalmente publicado en el suplemento de ciencia y tecnología de Heraldo de Aragón Tercer Milenio el 10 de junio de 2021. El Artículo puede consultarse aquí.

Los autores del artículo son Daniel Bruno (IPE/CSIC) y Daniel Lisbona (Fundación Ibercivis).

Instalaciones del Laboratorio de Paleomagnetismo de la Universidad de Burgos.

A menudo, la ciencia se nos presenta como una actividad aislada, realizada en laboratorios que la alejan de los problemas que nos acucian cada día, y hace que miremos el desarrollo científico como algo ajeno y desconocido. Por eso, cuando nos propusimos llevar a cabo el proyecto Vigilantes del Aire nos interesó, por un lado, escoger un tema que nos afecta a todos -la contaminación atmosférica-, y por otro utilizar una metodología al alcance de todo tipo de público, fácil de realizar y que no requiriera el uso de complicadas tecnologías. Así, nos asegurábamos una participación masiva, sin tener en cuenta la edad, la formación o el estatus económico de quienes recibieran su planta.

La mecánica del proyecto es simple: el reparto de 5.000 pequeñas plantas de fresa (Fragaria vesca L.) para que los participantes las coloquen en sus terrazas y balcones durante ocho semanas, tiempo durante el cual sus hojas estarán expuestas a la contaminación atmosférica del ambiente. Pasado este tiempo, se mandarán unas hojas de la planta para analizarlas y conocer la cantidad de partículas metálicas adheridas en su superficie. Esta medida nos dará una idea aproximada de la contaminación atmosférica a la que la planta ha estado expuesta.

Un proyecto colaborativo

A la llamada de Vigilantes del Aire acudieron infinidad de entidades que se unieron sin dudar al proyecto: el IPE – Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC)  sería el encargado de realizar el análisis científico de las muestras y la FECYT – Fundación Española para la Ciencia y Tecnología dio el impulso económico necesario para comenzar el proyecto.

Desde la Fundación Ibercivis hemos coordinado el proyecto, junto a 17 embajadores regionales que se encargaron del reparto de las plantas en su zona. Entre esos embajadores hemos tenido instituciones públicas, institutos de investigación y espacios de cocreación que han servido de punto de encuentro para los participantes en el proyecto.

De las 5.000 plantas entregadas se han recibido más de 2.700 muestras -un 54%-, de las cuales casi 2.500 van a poder ser analizadas. Que más de la mitad de los participantes hayan enviado su muestra es todo un éxito para el proyecto, ya que las plantas han sufrido las inclemencias del invierno y corríamos el riesgo de que muchas se marchitaran. Gracias al compromiso de los participantes la cantidad de muestras recogidas servirá para realizar un análisis exhaustivo de muchas más zonas de nuestro país.

Las muestras llegan al laboratorio

Muestras enviadas por correo de los participantes.

Desde el pasado 9 de mayo las muestras recibidas se encuentran en el Laboratorio de Paleomagnetismo de la Universidad de Burgos, donde el equipo científico del IPE (el Instituto Pirenaico de Ecología) realizará los análisis para conocer los datos de acumulación de metales en la superficie de las hojas que hemos recibido.

La mecánica del análisis de las muestras es la siguiente: se recogen las hojas que nos han llegado por correo, se secan, se pesan y se introducen en cubiletes de plástico, junto a un poco de papel film, una solución fijadora (un silicato) y algodón.

Una vez tapado, el cubilete pasa por la acción de dos máquinas: una que le imprime una fuerte carga magnética, el magnetizador -lo que orientará la posible carga magnética de las partículas que ha podido retener la hoja de fresa-, y otra máquina que mide la señal magnética de la muestra.

Esta señal magnética, comparada con el peso de la muestra, nos dará una idea de la magnetización debida a los metales pesados que alberga en su superficie como consecuencia de su exposición al ambiente.

Comparando las muestras recibidas de los distintos lugares podremos conocer en qué zonas del país los materiales pesados son más abundantes, e intentar buscar sus causas: tráfico rodado, tranvías, calefacción, industria, etc.

Los siguientes pasos

Durante las próximas semanas el equipo científico del proyecto estudiará los patrones espaciales de la señal magnética de las muestras recibidas. Esta variable podrá localizarse para elaborar un mapa de las zonas estudiadas en todo el país, y que arrojará una idea aproximada de los niveles de contaminación de los lugares en los que vivimos, todo ello gracias al compromiso de los participantes. Además, esto resulta especialmente útil en pueblos y zonas rurales donde no existen estaciones medidoras de contaminación y a los que se les presupone una buena calidad del aire.

Conviene resaltar que los resultados obtenidos son la foto fija de una situación estudiada -la acumulación de metales pesados en las zonas participantes- durante el periodo de exposición a las plantas, y que no pretende arrojar conclusiones exactas. Para conocer en profundidad el problema de la contaminación y plantear soluciones se deberían realizar más análisis que confirmaran los datos a lo largo del tiempo, compararlos con los existentes y analizar las tendencias en periodos más amplios que corrigieran momentos excepcionales y sesgos.

Aun con estas lógicas precauciones, podemos concluir que los datos que se obtengan darán lugar a un panorama bastante aproximado de la situación de nuestros pueblos y ciudades en referencia a sus niveles de polución, y los objetivos principales del proyecto se habrán cumplido: acercar la ciencia a la ciudadanía e involucrarla en el progreso científico a través del análisis de cuestiones que nos afectan a todos.