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El proyecto #RíosCiudadanos, puesto en marcha por un equipo de investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), se apoya en una red de voluntarios para estudiar la calidad de las aguas de los ríos que discurren por Aragón.

Artículo originalmente publicado en el suplemento de ciencia y tecnología de Heraldo de Aragón Tercer Milenio. El artículo puede consultarse aquí.

Los autores del artículo son Miguel Sevilla-Callejo, Javier Frégola, Jonatan Val, Maricarmen Sancho y Enrique Navarro.

Cientos de personas han estado implicadas en el proyecto Ríos Ciudadanos

En ocasiones, los científicos no podemos llegar a todos los puntos de la geografía que nos gustaría ni disponemos del tiempo necesario para realizarlo personalmente. Es ahí donde entran en juego aquellas manos no profesionales capaces de ayudarnos con su voluntad y buen hacer o, dicho de otra forma: la ciencia ciudadana. Se trata, a grandes rasgos, de implicar a la población en la ciencia de una forma práctica, proporcionando datos valiosos para los investigadores al mismo tiempo que adquieren nuevos conocimientos en el seguimiento de la calidad ambiental que de otra manera habrían sido difíciles de conseguir. En este caso, el proyecto #RíosCiudadanos se basa fundamentalmente en la participación de una red de voluntarios que miden indicadores de la calidad de las aguas de los ríos que discurren por Aragón.

Corría el año 2019, ahora tan cercano y lejano al mismo tiempo, cuando un equipo de investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPE-CSIC), decidimos poner en marcha este proyecto. Dos años después y con algún virus inoportuno de por medio, la primera campaña de #RíosCiudadanos acaba de llegar a su fin con la presentación de los resultados y el anuncio de una segunda edición. Pero, ¿cómo han conseguido los ciudadanos de a pie convertirse en científicos?

El método es sencillo, se centra en utilizar dos indicadores: por un lado la concentración de nitratos en el agua, un compuesto químico procedente de la descomposición de la materia orgánica, como indicador de la contaminación de origen agrario y ganadero; por otro lado, la presencia y cantidad de coliformes, un tipo de bacterias presentes en el agua residual, como indicador de la contaminación de origen urbano.

A cada participante se le suministró un kit de muestreo con tiras colorimétricas de medición de nitratos, placas de cultivo de coliformes, guantes, botes y material informativo.

Las tiras colorimétricas cambian de color una vez puestas en contacto con el agua en función de la concentración de nitratos procedentes de los aportes de fertilizantes y vertidos de la actividad agraria y ganadera. 

Por su parte, las placas para el cultivo de coliformes se siembran con 1 ml de agua del río y, tras 24 horas a 35ºC en una incubadora, generan unos puntos de color. Estos puntos son colonias de un tipo de bacterias que desarrollamos en el intestino y que llegan a los ríos a través de las redes de saneamiento de nuestros pueblos y ciudades.

Además de esos dos parámetros, los voluntarios tomaron nota de otros aspectos de carácter más cualitativo referidos a la calidad visual del agua, el impacto humano en las riberas o la hidromorfología del río. Todo ello se recoge en una aplicación que centraliza los datos llamada CitMApp, y que ha desarrollado la Fundación Ibercivis junto con la iniciativa Mapeado Colaborativo/Geoinquietos Zaragoza.

Los resultados principales relacionados con la calidad de las aguas, es decir, los valores de nitratos y coliformes obtenidos por los científicos ciudadanos, muestran que los ríos aragoneses sobre los que se ha trabajado tienen una calidad relativamente buena. Observamos que aumenta el impacto conforme descendemos desde las cabeceras fluviales a las zonas bajas, ya que el río pasa de zonas altas con poca presencia humana, riberas fluviales bien conservadas y usos del suelo naturales (por ejemplo bosque o matorral), a zonas agrícolas y/o urbanas que van progresivamente acumulándose y afectando a la calidad de las aguas conforme vamos descendiendo por los ríos. De forma puntual hemos encontrado tramos con resultados que muestran la necesidad de mejorar su estado ecológico pero, en definitiva, las conclusiones parecen concordar en que la intensidad del impacto humano aumenta progresivamente desde la cabecera a la desembocadura.

Cientos de personas han estado implicadas en el proyecto (cerca de 50 centros educativos y unas 30 asociaciones o colectivos relacionados con el medio ambiente), a pesar de las limitaciones por la pandemia sanitaria.

En primavera llegará una segunda campaña y de nuevo estará la oportunidad de implementar métodos de bajo coste e inclusivos socialmente que permiten aumentar el alcance del monitoreo ambiental de nuestros ríos y, al mismo tiempo, implicar a toda la población en el proceso científico obteniendo datos de primera mano de la calidad de su medio ambiente más inmediato.

Si quieres convertirte en un científico ciudadano y colaborar con nuestro proyecto infórmate en nuestra web.

#RíosCiudadanos es un proyecto financiado por la Dirección General de Investigación e Innovación del Gobierno de Aragón y los Fondos FEDER de la Unión Europea.

Miguel Sevilla-Callejo, Javier Frégola, Jonatan Val, Maricarmen Sancho y Enrique Navarro forman el quipo del proyecto Ríos Ciudadanos